Ya en febrero, antes de la imposición de nuevos aranceles estadounidenses, Sudáfrica se dirigió a Goldman Sachs. El presidente Cyril Ramaphosa y sus asesores pidieron estrategias al banco de Wall Street para apaciguar al gobierno de Donald Trump. El enfoque de las conversaciones fue la demanda de revisar leyes controvertidas, como la regulación de expropiación de tierras y las cuotas de propiedad negra, que habían provocado la ira de Trump.
Goldman Sachs advirtió a Ramaphosa que incluso los cambios mínimos podrían tener un efecto simbólico. La postura de Trump estaría menos influenciada por hechos y más por impresiones personales, según las evaluaciones objetivas de los banqueros. Sin embargo, el gobierno en Pretoria se mostró poco dispuesto a comprometerse. Un portavoz de Ramaphosa dejó claro que las recomendaciones de Goldman "no tendrían perspectivas de aprobación" ya que se mantenía el enfoque en la reconciliación post-Apartheid.
Las tensiones escalaron en marzo cuando Washington expulsó al embajador de Sudáfrica y cortó la ayuda financiera. Trump ordenó entonces tarifas "recíprocas" del 31% sobre las importaciones sudafricanas, una medida punitiva que colocó rápidamente a Sudáfrica en la lista de los "peores infractores comerciales". Si bien siguió una suspensión de 90 días de los aranceles, Goldman Sachs advirtió internamente que se necesitaban avances a nivel nacional para lograr una suspensión definitiva.
No solo Sudáfrica buscó asesoramiento. También Japón, Arabia Saudita y Francia consultaron a Goldman Sachs sobre cómo manejar la errática política comercial de Trump. Tokio se mostró escéptico ante las demandas estadounidenses de ajustes en el sistema fiscal, que supuestamente favorecía indebidamente las exportaciones. No obstante, se reconoció que los gestos simbólicos podrían tener más peso que los argumentos económicos.
Durante las reuniones de primavera del Fondo Monetario Internacional en Washington, estas impresiones se intensificaron. En una sesión informativa confidencial organizada por JPMorgan Chase, el secretario del Tesoro de los EE.UU., Scott Bessent, dejó claro: las negociaciones con China podrían prolongarse de dos a tres años. Un compromiso rápido no era explícitamente el objetivo de la estrategia. El CEO de JPMorgan, Jamie Dimon, incluso pronosticó que, en el mejor de los casos, Estados Unidos enfrenta una leve recesión como consecuencia de las continuas tensiones comerciales.
Vietnam lotete Möglichkeiten aus, seine Strafzölle zu senken, und Japan diskutierte erneut über seine Wechselkurspolitik. Bank of America brachte währenddessen Investoren in direkten Kontakt mit Beamten des National Economic Council des Präsidenten – ein weiteres Indiz, wie sehr die Wall Street zur stillen Diplomatie zwischen Regierungen und dem Weißen Haus geworden ist.