El gigante estadounidense de bienes de consumo Procter & Gamble planea eliminar alrededor del 15% de sus puestos de trabajo no relacionados con la producción en los próximos dos años, lo que equivale a aproximadamente 7.000 empleos en todo el mundo. La medida es parte de un extenso programa de reestructuración que apunta a mejorar la eficiencia, reducir costos y simplificar la cartera de marcas. El CFO Andre Schulten presentó los planes el jueves en una conferencia de inversores en París.

El fabricante de marcas como Gillette, Ariel y Pampers está respondiendo a una combinación de débil confianza del consumidor, incertidumbre geopolítica y creciente presión sobre los márgenes debido a los aranceles estadounidenses. Ya en abril, P&G había reducido sus pronósticos de ventas y ganancias. Para el próximo año fiscal, la empresa ahora espera un crecimiento orgánico de solo el 2 por ciento, mientras que anteriormente se había apuntado a un 3 a 5 por ciento.

En el centro de la reestructuración están la reducción de estructuras de gestión, un mayor uso de la automatización, así como una cadena de suministro digitalizada. P&G prevé costos únicos de entre 1 y 1,6 mil millones de dólares antes de impuestos, pero considera el programa como una inversión a largo plazo en productividad y capacidad de innovación, no como una mera reacción a la situación reciente del mercado.

Además de los recortes de empleo, Schulten también anunció separarse de marcas y categorías menos rentables. Qué líneas de productos se verán afectadas específicamente, el consorcio aún no lo ha revelado. Paralelamente, podría haber aumentos de precios para amortiguar posibles nuevas cargas arancelarias, especialmente del conflicto comercial de EE.UU. con China y las tensiones en el Medio Oriente. Para el trimestre en curso, P&G espera una caída en los resultados por aranceles de tres a cuatro centavos por acción.

En el primer trimestre, las ventas netas disminuyeron un 2 por ciento a 19,8 mil millones de dólares, una caída mayor a la pronosticada por los analistas. Schulten habló de un "consumidor nervioso" que pospone cada vez más el gasto en consumo.